En ocasiones siente la
necesidad de cerrar los ojos y pensar en él, en ella o tal vez en los
dos…Atrapados por la atmósfera del silencio, un espacio tan tenue y tan frío a la vez…Un espacio entre la nada y el todo….Ella misma siente como al llegar la noche tiene la necesidad de abrir la puerta al
mundo de las fantasías, al bosque donde residen las hadas más dulces y los
duendes más bellos…. Ella tan solo, se da permiso para dejar entreabierta esa puerta a ese jardín,
cuando está completamente segura de que nada ni nadie la mira, excepto esa luna
lunera tan suya…Una luna que junto a las estrellas son las auténticas cómplices
de sus des corduras. A ella le apasiona camuflarse entre los sonidos de las
canciones y vestirse con cada una de
esas corcheras que dan vida a la partitura de su propia vida, le encanta ese
cosquilleo que le provoca cada uno de esos silencios musicales. Que sin querer
le hacen desprender de sus labios una gran sonrisa, esa mueca que ella misma la intenta retener en su memoria,
como si de una fotografía se tratara, para que cada vez que aparezcan en su
vida esos días sin oxígeno, esos amaneceres donde la pena y el llanto ocupan demasiado espació…Esa
sonrisa ya olvidada adquiera vida propia, por eso ella en esos días, recurre a
ese bosque escondido y se columpia en ese hilo de la música que le permite
vivir el dolor desde otra perspectiva…. Se acurruca en su propio vacío y se acaricia lentamente su piel, dibujando en ella ese poema tan dulce,
un poema lleno de pensamientos ocultos…Palabras que tienden a aparecer y desaparecer, así como si de una
linterna se tratara para que ella pueda seguir
abriendo su propio corazón a ese mundo
de sueños, a ese jardín encantado donde hay cabida para las ilusiones…Un jardín
en el que su alegría deja de ser un
recuerdo y se convierte en algo tangible, en algo real…
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