Ella recorría las
callejuelas del tiempo acariciando con sus manos esos momentos, sus momentos,
instantes en los que sin querer o queriendo se bebía a sorbos cada uno de sus
dulces besos y devoraba esos sentimientos que él cada amanecer, hasta hacía
poco tiempo, le había regalado. Ella, pensaba que el tiempo no tenía dueño, por eso decidió no colocarle ataduras a aquello que carece de
cerraduras, estaba convencida de que la llave del amor no tenía que guardarla
demasiado lejos…
Creía y confiaba en que, cuando la inconsciencia del presente le
embriagara, esa llave atravesaría su
corazón dormido y la haría palpitar con más
rapidez. La haría bombear bajo el arco iris de la ilusión, una ilusión extraviada
por el paso incansable del tiempo. Un tiempo donde el vacío era real y tangible,
donde el desamor, su propio desamor, estaba ocupando demasiado espació en su corazón…Un corazón en el que el miedo a
querer era real, y donde los fantasmas
del pasado, regresaban a su encuentro para recordarle lo que duele amar…Mientras
tanto, la soledad se había convertido en su gran compañera de viaje y sus
suspiros en los auténticos testigos de esa resistencia a querer, tenía miedo de
querer y ser querida…
Tenía pánico a llorar a reír y a soñar…Tenía miedo a vivir…Ha
abrazarse a eso que llaman amor y a entregar esa llave al destino, a su propio
destino…
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