Cada amanecer ella despertaba y sentía que su
cuerpo rebosaba de palabras, palabras
vacías, era como si en el trascurso de la noche alguien hubiese ido llenándola
poco a poco con susurros, sueños esculpidos letra a letra en su alma que yacía
ahí; dormida… Lejos de sentirse extraña, cada vez que abría los ojos sonreía, adoraba
el amanecer, porque la luz de un nuevo
día la invitaba a ser feliz…Palabras que se hacían reales en el preciso
instante en que los primeros rayos de sol y los últimos de luna entraban por la
ventana. Ese segundo, es en el que
sentía entre sus brazos a la persona que amaba, aquella a la que se había
abrazado antes de caer rendida a los pies del mundo de los sueños.
Sentía como esas palabras dulces, se le escapaban de sus labios rojos y junto a ellas, se deslizaban unas perlas
azules que recorrían su rostro. Sentía
como esos vocablos sin sentido, querían abandonar su piel, y echar a si a volar
con su propio suspiro…Palabras que atrapaba una a una con la delicadez de sus manos,
intentando que ninguna quedara olvidada, y pudiera echar a volar como si de una paloma mensajera se
tratara. Para ella todas esas palabras que aquella noche le habían dejado,
tatuadas en el alma eran importantes… Palabras
desordenadas que cada despertar, ella sin saber muy bien porque, se dedicaba a
darles sentido por su piel desnuda….Bajo las caricias de la dulzura, las esparcía suavemente por su cuerpo, y las mecían así; los
suspiros de sus sueños.. Cada amanecer ella construía, caricia a caricia, esas pequeñas y
maravillosas locuras que quería compartir con el mundo…
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