Ella no puede olvidar esas
rosas, flores que sin saber muy bien porque, aquella noche llegaron a sus manos…Rosas
que llegaron sin tarjeta y en silencio…Rosas que se acurrucaron en su corazón y
en su memoria, suspirando entre la piel de su cuerpo maldecido por el paso de
los años…Nostalgias, que le acuden a la memoria con destiempo, y que junto con
esas rosas amarillas le recuerdan esos viajes sin destino y esas mariposas
oscuras con las que la acariciaba lentamente el olvido, su propio olvido…..Ella
no olvidaba ese reflejo, un suspiro en un espejo, que le permitía ver una tez
morena, añil y ajena a si misma…Un rostro vacío de caricias y embadurnado del más
caro de los maquillajes para ocultar tras él; el paso inexorable del tiempo…Envejecer
al igual que las rosas amarillas tiene un precio….Por eso ella, que está ahí
sentada, en la butaca de siempre y junto a la hora de siempre, se propone a sí
misma no olvidarse jamás de eso que llaman olvido …
Es entonces cuando junto a
esas rosas amarillas, sin nombre y sin alma, siente como los latidos de ese
corazón cansado y encogido, laten con más fuerza…Un pulso débil, que a pesar de
los abismos, sigue ahí ; latiendo sin olvidar
que los años pasan y que la vida
es como una de esas
rosas amarillas; sencilla, alegre y bella….
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