Encerrada en un desván lleno de objetos inservibles creí ver una luz radiante, casi cegadora, pero dulce, amigable, paciente, compasiva y comprensiva. Se trataba de una luz prácticamente sublime, brillaba con tanta intensidad, que sin querer pensé que no había nada mejor...Susurraba palabras dulces y prometía compañía o tal vez una amistad incondicional, sentía poco a poco como en cada momento esa luz iba creciendo e invadía cada rincón dormido de esa habitación, percibía la presencia cercana de una bella planta de la que brotaban unas flores de color rosa.Entonces entendí sin querer entender nada que esa amargura y esa tristeza perenne había terminado para siempre o tal vez para un rato.... Sentía como volvía a ser yo misma, volvía a pertenecer a mi propia vida, creía poder tocar mi vida con los dedos de mis manos.
Confié ciegamente en esa luz,una luz que provenía de mi interior, la llené de buenas palabras, de abrazos sinceros, de sonrisas apacibles, de ese espíritu renovado... Sencillamente me sentía feliz, feliz de ser yo misma, de poder regar esa planta desde mi propia persona.Tan solo con su simple presencia, podía entender la vida de otra manera, porque con ella sentía una cierta estabilidad a pesar de que caminaba, tropezaba, me lesionaba , me autocuraba , en ocasiones reía e incluso aveces lloraba, pero siempre juntas.
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