Nubes de invierno. La ventana de mi habitación con las cortinas abiertas, me permite observarlas de cerca, tan solo levantando ligeramente la mirada desde mi cama. Nubes blancas que siento como me miran de reojo, intentando colarse por mi ventana, aspirando a embriagar así mi alma. Nubes grises entre las que un rayo de sol vergonzoso se muestra sin querer...
Contemplar las nubes comporta desconectarse del mundo, de la vida y dejar entrar desde cualquier lugar, al mundo de los sueños por tu ventana. Dejar que las nubes te atrapen, te aturdan y te permitan volar…Tal vez es por eso que siempre me ha encantado contemplar las nubes desde la ventana arropada entre almohadas…Esta es una de mis maneras de desconectarme del mundo, mirar y dejarme llevar. No me hace falta más.
En ellas encuentro un lugar a donde escaparme porque se transforman para mi, en el mejor de mis refugios.. Mientras me abstraigo mirando al cielo, mi pensamiento se detiene, resulta ser un escondite para recogerme cuando mi alma tirita.
Nuestra parcela privada lejos de toda la realidad que nos rodea, esta empeñada en traspasar la barrera que divide el mundo compartido y el privado, el individual. El mundo que es solamente nuestro y que tantas veces se ve invadido…. Un sofá puede ser nube. Una playa en la que se pierde el mar. La música, es una de mis nubes favoritas. Un libro, donde perderse también puede ser una nube…. Incluso una conversación puede ser nube, y más sino se es consciente de que está siendo un refugio, toma de mayor forma el papel de nube. Tan solo basta una nube para hacer que el cielo se vuelva divertido y si algún día se acaban las nubes siempre podremos crear nuestro cielo allá donde vallamos. Y es que, ¿quién no ha querido, alguna vez, vivir en las nubes?
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