domingo, 14 de abril de 2013


Me gusta lo diferente, lo absurdo, lo raro, lo difícil, lo especial, lo que se sale de la norma.
Lo desconcertante, lo sorprendente, lo innovador, lo descartado por inútil.
Lo incomprensible, lo ilógico, lo abstracto, lo difícil de entender.
Lo imposible, lo inalcanzable, lo inabarcable, lo impensable, lo que nunca será mío.
Lo imperfecto, lo desgarbado, lo desmesurado, lo desechado por no cumplir estereotipadas leyes.
No me gusta que el todos somos iguales sea un deber y no un derecho.
Por qué no aceptar que la igualdad, la uniformidad, la norma … como motores para regir nuestro comportamiento, nuestros gustos, nuestro mundo, no son más que espejismos a los que nos aferramos para no reconocer el valor de la diferencia.
¿Con tanto para elegir por qué caer en la simpleza del desprecio, por qué no buscar nuevos caminos donde haya cabida para todo y para todos?


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